Desprendete de todo lo que no te permite avanzar

Los rojos no son los rojos de siempre. Los verdes no son los verdes de siempre. Nosotros no somos los nosotros de antes. En nuestra casa de cambio, aumentaron los verdes. Y todo fue mas suave.

Lo que hago depende de mi responsabilidad y lo que me pasa con eso requiere de mi consideración. Castigarme no cambia lo que hice. Castigarme es encontrar un sistema de reparación. Me permite volver a errar. La consideración es mas aguda. Mas profunda. Mas comprometida. Mas involucrada. Mas afectiva. Y, aunque sea  mas amorosa, es mas efectiva. Debe ser por esa frase que dice: EL AMOR CURA.

Es cierto que un tropezón no es caída, pero a veces, se le parece mucho. Que misterio el de la escucha que no permite el perdón. La escucha que supone la consideración como permiso para la promiscuidad.
¿Es que entiende al castigo y la negación de la realidad, como forjadores de almas nobles?  ¿¿Qué parte mía pide castigo?? ¿Será la misma que se castiga con las consecuencias del exceso?
Lo que pase conmigo es obra mía. No todo. No siempre. Pero lo asumo como propio. Y lo conservo, o lo cambio. Un tropezón no es caída pero a veces se le parece mucho. Sobre todo si viene acompañado de abandono.
Entre la consideración y la responsabilidad esta el hecho. Cuando ya sé que quiero, si me traiciono, algo me pasa que puedo resolver controlando lo que hago. Es una manera de no empeorar. En los hechos están las consecuencias concretas, comprobables. En el pensamiento están los procesos de reflexión que a veces duelen. La diferencia es clara. En una sufro, en la otra me hago daño. Del sufrimiento salgo transformado, del daño, lastimado.
Los rojos no son los rojos de siempre. Los verdes no son los verdes de siempre. Nosotros no somos los nosotros de antes. En nuestra casa de cambio, aumentaron los verdes. Y todo fue mas suave. Un pequeño acto de creatividad, acompañado de un gran paso en la construcción de la realidad, y lo único que se devaluó fue la desesperanza.